Ya pasaron 57 años desde el crimen de Tlatelolco, y no
se ponen de acuerdo los historiadores en el número de víctimas, como si una
menos o más hiciera que el asesinato desapareciera.
Fueron unos criminales quienes
dieron la orden y también quienes dispararon, no importa el motivo personal de
cada uno, queda escrito que fueron y siguen siendo criminales, también son
criminales todos aquellos encubridores y protectores de quienes cometieron el
perverso acto, incluso aquellos que en la actualidad quieren minimizar el
crimen.
En este hecho, los muertos
hablan, cada día que pasa sus voces se escuchan con mayor claridad y nos
recuerdan por qué debe ser inolvidable el momento. Ahora mismo escucho el
bullicio de sus lamentos como himnos que alientan a luchar por nuestros
derechos y en contra de las fuerzas antagónicas de la libertad.
Quienes estuvieron ahí y
sobrevivieron, saben cómo fue. Quienes no estuvieron, deberían saberlo, hurgar
por la verdad y recordarlo como algo que les dio un pequeño pero necesario empuje
hacia la emancipación de las masas.
“Dos de octubre no se olvida”
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