Comer. La actividad de
alimentarse, inseparable necesidad de los seres vivos. La continua y
desesperante acción que no podemos dejar, aunque fuera lo que más deseáramos.
Comer, en algunos termina siendo una tortura, lo que debería ser un placer,
para otros una simple molestia de la cual no se aíslan.
¿A donde hemos llegado con
respecto al acto simple de comer?, en estos tiempos más que comer parece ser
que nos medicamos continuamente. Que el yogur para defecar bien, la leche
deslactosada para que sea digerible, que las verduras son sanas porque tienen
vitaminas, los frijoles tienen hierro, la cebolla previene el cáncer de colon,
los ajos purifican la sangre, etc. Nuestra alimentación parece vademécum.
No se si alguna vez se han
puesto a pensar como le hace un hato de cebras para mantenerse en tan buena y
saludable forma, sin una dieta tan escogida como la de los humanos, además
sin industrializar.
Los que de una u otra manera
hemos estudiado algo de praderas para agostadero del ganado, sabemos que estos animales
inician su alimentación con las plantas que existen en el lugar; escogiendo
primero, las que más les gustan, y van descendiendo en agrados hasta acabárselas;
entonces, es cuando inicia su preocupación e intentan salir del agostadero en
busca de otra alimentación, más bien dicho alimentación a secas. Probablemente
dirán: bueno es que las vacas tienen un aparato digestivo mejor que el nuestro;
pues no, algo diferente y limitado pero en lo general muy parecido.
Recuerdo que cuando niño tenía
que comer lo que me daban, nada de remilgos, todo lo que te servían sin escoger,
nada de desperdiciar la comida. Durante un tiempo, en la adolescencia, que me
desprendí de mis padres, no fue muy diferente otra cultura ahora en EUA, ahí
tenía que comer lo que me servían y mucho, porque había que crecer grande y
fuerte. Después abandonando la supervisión de los padres pero también la
abundancia, comía lo que se podía. Ya mayor, independiente y con buenos
ingresos inicie a comer lo que me gustaba, experimentando nuevos platillos y
volviendo a los mejores y más sabrosos, descubrí que comer es maravilloso y que
puedes disfrutar todos los platillos siempre y cuando no te excedas, como pasa con
el alcohol.
No tengo nada contra los
obesos. Yo no lo soy, pero no porque me parezca malo sino porque pienso que es
incomodo, para vestir, hacer los deportes que me gustan, para moverse en el
espació propio; los utilitarios se hacen al tamaño promedio por lo que estar
obeso puede se desesperante.
Así que comiendo de todo, pero
con limitación me mantengo delgado y aparentemente sano. Es por eso que me como
una sopa de ajo, no porque los ajos purifiquen; sino, porque me parece
riquísima. La cebolla picada en los caldos les da un mejor sabor y además se
siente que lo crujiente deleita al paladar; que evite el cáncer me tiene sin
cuidado. Frijolitos refritos sobre unas tostadas, con una salsa de chiles huajillos
asados, son sabrosos; tengan o no hierro, igual un caldo de frijoles con
cebolla, ajo chile y epazote; tenga o no vitaminas el epazote; dizque también
saca las lombrices. Prefiero la leche entera y de preferencia fresca y bien
fría, porque así es sabrosa, sabe a leche, las otras ni sabor ni olor; es igual
que tomar medicina; o sea, sólo por la acción de los químicos. Los búlgaro,
bueno la leche con búlgaros, alias yogur, me encanta, prefiero la casera por sabrosa, a la tan
anunciada industrializada que puede ayudar a cagar.
Así me puedo seguir hablando
sobre la comida, pero para mí, ahora que soy yo quien decide, como lo que me
gusta; y si muero por comer, lo prefiero, a morir apachurrado en un automóvil.
Si la comida cura: ¡que bueno que sea sabrosa esta rica medicina!
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