Tempranito en una colonia de
la periferia se oye el grito de una madre, levántate Sigifredo recuerda que hoy
empiezan los exámenes, Sigifredo se revuelca en la cama y se vuelve a dormir
unos dos minutos más y la voz de la madre: ¡¿que pasó Sigifredo?! ¿Qué no oíste
que te tienes que levantar?, refunfuñando Sigifredo abre los ojos y como no
queriendo intenta levantarse pero regresa
a la cama. Otro grito, ahora más alto y con voz autoritaria, ¡que te
levantes Sigifredo!, cerca de la cama, la madre le quita las sábanas a Sigifredo,
¡caramba! Chamaco, ¿no te estoy gritando que tienes que levantarte?, hoy
empiezan los exámenes y tienes que llegar temprano si no quieres terminar
siendo un burro sin estudios.
No quedándole otra a Sig, rascándose la cabeza, se levanta y se empieza
a vestir, inmediatamente la madre repela, ¿ahora qué? quítese esa ropa y váyase
a bañar primero, chamaco cochino, no se me va ir marrano a la escuela, primero
se baña, Sig, se encamina al baño.
Unos minutos más y están
almorzando todos, otros más y ya va Sig en la urban rumbo a la escuela que está
en el centro de la ciudad. Hace apenas unos días, por la misma calle, una marcha
de profesores protestaban en contra del examen universal bloqueando la
circulación, multitud de escolares perplejos quedaban mirando a los profesores
protestar por lo que ellos siempre han renegado, ¡los exámenes!, a algunos de
ellos se les miraba un foquito prendido sobre la cabeza.
Llega Sig. a la reja de
entrada de la escuela, multitud de escolares junto a él apurándose a entrar,
justo a la hora se cierra la reja, los que no alcanzaron a entrar, pálidos de
miedo, esperan rogando los dejen entrar a la escuela. Mientras,
Sig se enfila a su salón donde ya otros están sentados en sus pupitres, mientras,
el profesor inicia a entregar los exámenes al tiempo que les explica las
condiciones, con las acostumbradas amenazas de que aquel que se le sorprenda
copiando se le reprobará al acto.
Cuando el maestro termina de
entregar los exámenes, se encamina rumbo a su escritorio, estaba a punto de
sentarse cuando los alumnos más próximos a la puerta empiezan a empujar sus
butacas para bloquearla, los de las primeras filas se enfilan hacia donde,
sorprendido, se encuentra su maestro; diciéndole:
No queremos exámenes, además
queremos negociar que nos ponga diez a todos, si se opone no lo dejaremos salir
de aquí hasta que ceda a nuestras demandas. En eso estaban cuando las niñas se
paran de sus pupitres con pancartas donde escrito tenían: ¡no más exámenes¡, exámenes
al maestro primero, alto a la imposición.
Perplejo el maestro no
concebía el hecho, impávido quiso hablar pero ningún sonido pudo emitir, su
abultado abdomen palpitaba agitadamente, su rostro se amorataba, quiso dar un
paso pero los niños se lo impidieron empujándolo entre todos a su asiento, el
plantón había iniciado; un grito silenció el momento: ¡no queremos exámenes
nunca más!.
Sigifredo emitiendo un leve
murmullo dice: ¡ni levantarnos temprano!...
La mecha está prendida, esperaremos
para ver explotar la dinamita.
(Una historia para mi pequeño
amigo Victor.)
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