Conocer a la perfección el
tema sobre el que se va a escribir. ¡Así
de simple, lo dijo uno de mis
maestros! Por lo que yo deduje que todo
lo escrito era perfecto; o, al menos, lo que estaba escrito era verdad. Pero no,
resulta que son menos los libros que fueron escritos por alguien que conocía a
la perfección lo escrito; que los que no; y aun así, lo escribierón. Y para
muestra aquí estoy yo diciendo que son más los escritos no verdaderos o
perfectos que los perfectos, sin haber hecho una verdadera investigación, solamente
basándome en lo que yo he leído. Pero considere
leyendo los artículos de un periódico x, se dará cuenta, que aún no siendo yo un
conocedor a la perfección, ya dije algo que empezó a ser interesante en mi
escrito. Es muy probable que ya hayamos leído algo sobre el cerebro, ¿y qué
pasa? que casi en todo lo que he leído, los que acriben sobre él en algún
momento dicen que todavía no se conoce a la perfección el cerebro. Digo yo
entonces: este desconocedor del cerebro cómo se atreve a escribir, si lo que
sabe a la perfección, es que no se conoce a la perfección el cerebro.
Pero para seguir hablando o más
bien escribiendo ¿qué es en sí lo perfecto?
O mejor aún ¿a que se refería mi maestro con perfección?
¿Será aquello que posee todas las
cualidades sin tener ningún vicio?
No lo creo tal vez, yo pienso,
que se refería a no escribir de lo que se desconoce como si se conociera. Y que
cuando así se hiciere; o sea, desconociendo algo, se dijera que lo dicho era
algo supuesto y no la verdad perfecta.
Algo así a de haber sido lo
que quiso decir, o... al menos que fuera un enemigo de la libertad de
expresión; queriendo, que sólo los hombres perfectos escribieran; o sea
ninguno, ya que dudo que existan.
Me dirán: -¿por qué no le
preguntas al maestro?
Es que el maestro fue un
libro.
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