domingo, 6 de noviembre de 2011

Perfecto.

 Conocer a la perfección el tema sobre el que se va a escribir. ¡Así de simple, lo dijo uno de  mis maestros!  Por lo que yo deduje que todo lo escrito era perfecto; o, al menos, lo que estaba escrito era verdad. Pero no, resulta que son menos los libros que fueron escritos por alguien que conocía a la perfección lo escrito; que los que no; y aun así, lo escribierón. Y para muestra aquí estoy yo diciendo que son más los escritos no verdaderos o perfectos que los perfectos, sin haber hecho una verdadera investigación, solamente basándome en lo que yo he leído. Pero considere  leyendo los artículos de un periódico x,  se dará cuenta, que aún no siendo yo un conocedor a la perfección, ya dije algo que empezó a ser interesante en mi escrito. Es muy probable que ya hayamos leído algo sobre el cerebro, ¿y qué pasa? que casi en todo lo que he leído, los que acriben sobre él en algún momento dicen que todavía no se conoce a la perfección el cerebro. Digo yo entonces: este desconocedor del cerebro cómo se atreve a escribir, si lo que sabe a la perfección, es que no se conoce a la perfección el cerebro.
Pero para seguir hablando o más bien escribiendo ¿qué es en sí lo perfecto?  O mejor aún ¿a que se refería mi maestro con perfección?
 ¿Será aquello que posee todas las cualidades sin tener ningún vicio?

No lo creo tal vez, yo pienso, que se refería a no escribir de lo que se desconoce como si se conociera. Y que cuando así se hiciere; o sea, desconociendo algo, se dijera que lo dicho era algo supuesto y no la verdad perfecta.
Algo así a de haber sido lo que quiso decir, o... al menos que fuera un enemigo de la libertad de expresión; queriendo, que sólo los hombres perfectos escribieran; o sea ninguno, ya que dudo que existan.  
Me dirán: -¿por qué no le preguntas al maestro?
Es que el maestro fue un libro.

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