Cirilo es una persona que nació dentro de la clase media alta, estudió en escuelas privadas, gracias a que sus padres consideraban que estas no perdían el tiempo con paros; además en ellas no se inscribían alumnos pobres que pudieran tener enfermedades que contagiaran a Cirilo. Terminó su carrera de administrador, en el Tecnológico de Monterrey1, y pronto consiguió trabajo en la administración de una de tantas empresas transnacionales que llegaron a México, gracias más a los conectes de su padre que al haber terminado bien preparado. Cirilo, tenía arraigado, como muchos, las costumbres sanitarias tan pregonadas por los medios, como son aquellas de lavarse los dientes después de cada comida, lavarse las manos antes de comer y después de ir al baño. Por lo anterior, saliendo de su trabajo pasaba a SAM’s2 a comprar pasta de dientes, jabones germicidas, cepillos para los dientes, ya que como era lo recomendable lo cambiaba cada mes. Luego llegaba a la caja sacaba de la bolsa de su traje su cartera Gucci3 donde cogía el dinero para pagar, después con sus manos muy limpias recibía el cambio que la cajera le regresaba.
Para mantenerse en condición física aceptable se inscribió en un gimnasio en donde al llegar el mes, él, repetía el procedimiento de sacar su cartera, de ella, unos billetes, luego pagaba, recibiendo después el cambio que le daban.
En su trabajo, como él era egresado del TEC, utilizaba computadora para efectuarlo y con velocidad de prestidigitador se miraban como sus dedos apretaban teclas una y otra ves, constantemente, sólo dejaba de hacerlo por momentos; cuando, para mantenerse alerta, tomaba sorbos de café descafeinado con crema ligth, acompañados de galletitas naturistas con fibra.
Cirilo era un verdadero fanático de los canales de televisión de paga; canales como: el Health Chanel4, People and Art5 y otros en donde le daban magnificas recomendaciones para mantenerse saludable; evitando, con el uso de ellas, enfermarse. Por eso una de las primeras cosas que hizo cuando cobró su sueldo fue la de irse a comprar un seguro médico; claro está, que antes fue a ver a su médico de cabecera para que le hiciera una revisión completa de su cuerpo, al salir de la consulta sacó su cartera de ella unos billetes con los que pagó, a la recepcionista, el costo de la consulta. Saliendo del consultorio, y dado que el médico le recomendó muchos análisis y pruebas clínicas para asegurarse de que no estuviera sano, disculpen, para asegurarse de que no se le escapara alguna enfermedad que pudiera progresar y matarlo, Cirilo se dirigió a una librería para comprar determinados libros que lo orientaran con respecto a los análisis que le harían, una vez seleccionados, se dirigió a la caja donde sacó su cartera, de ella, unos billetes y posteriormente recibió el cambio.
En poco tiempo se hizo todos los análisis pertinentes, laboratorio por laboratorio, en todos repitió la rutina: de sacar la cartera, la misma rutina que efectuaba cada vez que se le ocurría, o tuviera la necesidad de comprar algo. Después de unos años trabajando y dado su éxito, pues cada día tenía más dinero y por lo mismo más necesidad de gastar, bueno tanto como necesidad no, pero sí gastaba más porque tenía más, al grado que consideró que podía tener su tarjeta de crédito American Express6; por lo cual, tan pronto como le llegó por correo electrónico una invitación, inmediatamente la llenó y la regresó para su aprobación la cual no tuvo problemas. No tanto por la capacidad de pago de Cirilo sino; que, por la gran necesidad de las empresas de tarjetas de crédito de esquilmar ingenuos.
Así pues, repitió su procedimiento de pago, aquel que antes hacía con los billetes ahora lo hacía con su tarjeta, la cual pasaba de su mano a la de quien cobraba y posteriormente de regreso recibiéndola con ternura, Cirilo incluso la acariciaba un poco, como limpiándola para que reluciera, antes de introducirla en la rendija de su cartera. Todo lo anterior siempre: cuando compraba sus alimentos naturistas y orgánicos, la leche deslactosada y ligth, sus accesorios para el gimnasio; incluyendo sus zapatos tenis NIKE7 y botella para el agua marca SIGG8.
Después de algunos años más de una vida sana y de constantes estudios médicos, al fin, por suerte, no para él sino para los médicos que cobrarían lo del seguro, le detectaron una infección extraña al pobre de Cirilo. Los médicos al principio trataron de identificar el germen sólo que en los anales de la medicina nunca se había presentado además de que después de probar los antibióticos más costosos y modernos no habían podido disminuir el avance de la infección, que ya después de quince días tenía a Cirilo en el hospital. Los médicos objetaban que probablemente él no se tomaba los medicamentos: en la cantidad y orden indicado, medicamentos que Cirilo compraba por su cuenta, dado que en una pequeña cláusula de la póliza se consideraba que el seguro no los pagaría. En la farmacia, Cirilo, seguía la rutina muy mencionada de la cartera: —por eso ya no la menciono. Dirigiéndose posteriormente a su casa, donde sin perdida de tiempo se tomaba la medicina. Los médicos, considerando las posibles omisiones de Cirilo, optaron por hospitalizarlo; y vigilar que sí se tomara como era lo indicado los medicamentos. Pasando ya algunos días en el hospital, al pobre Cirilo, lo tuvieron que llevar a la sala de terapia intensiva debido a la gravedad de su mal, la enfermedad lo había debilitado; al grado tal, que incluso le hicieron la prueba del sida considerando la posibilidad de esta terrible enfermedad. Imaginando el riesgo por las múltiples transfusiones de sangre que ya le habían hecho.
A estas alturas, ya se habían presentado otros casos más de la enfermedad, y lo más curioso fue: que las personas afectadas eran siempre aquellas económicamente más activas; o sea, dicho de otra manera, las que más gastaban. También era muy común con los que trabajaban de cajeros en bancos y tiendas.
Después de treinta días de terrible agonía Cirilo murió dejando una enorme deuda a sus familiares, ya que el seguro médico sólo alcanzó para pagar el veinte por ciento de los gastos. Así como Cirilo, fueron muriendo otras personas. Solamente un cajero, que adquirió la misma enfermedad que tenía Cirilo y otros colegas del cajero, que por no querer gastar, y además por tenerle desconfianza al Seguro Social, se salvó, esto, debido a que le hizo caso a su padrino, un señor de 85 años, que le dijo, —yo tuve eso, hace un tiempo, y me lo curaron con tres inyecciones de Penprocilina9—, el cajero siguió las indicaciones de su padrino y se alivió.
Pobre de Cirilo, queriendo llevar una vida sana, no se dio cuenta que lo más sucio e insano son: los billetes y las tarjetas de crédito, que todos los días tocamos; también el teclado de la computadora, y fue en esos lugares donde prosperó el microbio que lo mató, contaminándose cuando descuidadamente se comía sus galletas naturistas con fibra. También liquidó a muchos más, que no pudieron ser salvados por aquellos que adoran el dinero, sin darse cuenta, que el dinero mata: con microbios o sin ellos.
Muchos murieron, los demás enfermos empezaron a curarse cuando un famoso laboratorio transnacional sacó, a la venta nuevamente, la penicilina procaínica, con un pequeño cambio químico en la fórmula y un gran aumento de precio. Milagrosamente fue el antibiótico que terminó con la epidemia del siglo, ocasionada por un microbio resistente a los medicamentos nuevos y más usados; pero completamente sensible a los primeros antibióticos fabricados, que los grandes y prestigiados médicos ya no utilizan por baratos y anticuados.
1 Marcas registradas utilizadas aquí sin intención de lucro sólo como referencia.
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6 Marcas registradas utilizadas aquí sin intención de lucro sólo como referencia.
7 Marcas registradas utilizadas aquí sin intención de lucro sólo como referencia.
8 Marcas registradas utilizadas aquí sin intención de lucro sólo como referencia.
9 Nombre comercial de la penicilina procaínica.
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