lunes, 28 de marzo de 2022

LUCIO.

 


Lucio nació en la capital del estado de Guerrero, en Chilpancingo, cuando aun era un pequeño poblado, como muchos de la república mexicana, nació en el hospital civil, y nunca fueron a recogerlo sus padres naturales; ya que su madre no tuvo para pagar la pequeña cuota que le pedían por gastos de recuperación del parto, el padre ni siquiera se presento a conocerlo. Para evitar el problema de conseguir el dinero, la madre, con el pretexto de ir al baño, se escapó del hospital.

Una enfermera se lo llevó a su casa, pero cuando Lucio cumplió cinco años se fue de la casa por que a su corta edad tenía más quehaceres domésticos que tiempo para jugar. La enfermera no hizo cosa alguna por buscarlo ya que nunca lo adoptó legalmente y pues tuvo miedo de que al reportarlo como perdido se descubriera el como se lo quedó y eso le ocasionara problemas legales.

Andando por la calle, Lucio, conoció a otros niños, igual que él, a los que se les unió; esto le sirvió, ya que de ellos aprendió hacerse de dinero pidiendo para su torta a las personas que veía en la calle, por las tardes se quedaban todos los chamacos a dormir en una casa abandonada en una colonia de la periferia de la ciudad.

A su escasa edad se dio cuenta que si juntaba dinero del que le daban para su torta, podía comprar una caja de chicles como lo hacían los niños más grandes, y de esta manera venderlos para sacar más dinero; eso, fue lo que hizo, por lo que se vio obligado a aprender hacer cuentas para que no lo engañaran los clientes o la mujer de la tienda que le vendía los chicles; esa advertencia fue la que le dijeron los demás niños con los que vivía: –cuídate de la vieja, que es bien tranza1.

Fueron algunos años, de los que vivió de la venta de los chicles, y fue de ese modo que cuando pasó un día por una escuela pública en donde había una inmensa cola, aprovechando la aglomeración se quedo un rato vendiendo; sin aguantarse la curiosidad, de saber para que era la cola: preguntó. A estas alturas ya Lucio tenía ocho años y nunca había asistido a una escuela, cuando una de las personas que le compró chicles le dijo, respondiendo a la pregunta de Lucio, que la cola era para los que querían estudiar. Inmediatamente, sin más ni más, se formó al final de la cola con el rostro iluminado de felicidad, desde su posición siguió vendiendo chicles.

Después de una noche entera y con una hambre terrible por ahí de las doce del día siguiente le tocó su turno para inscribirse, le pidieron sus documentos los cuales era obvio que no los llevaba, sin embargo tuvo la suerte de que la maestra, a la que le llamaban Juana, que lo atendió le tuviera consideración y le dijo:

Mira, dame tu nombre y antes del primero de septiembre que inician las clases me traes tus papeles–.

¿Ahora dime como te llamas?

me llamo Lucio

¿Lucio qué?

¡Lucio!

¿Y tu mamá?

No tengo

¿Y tu papá?

No tengo

Bien, te voy a poner Lucio Juárez Sánchez, ¡qué no se te olvide! Vienes el martes a las dos para que me acompañes al ayuntamiento a conseguirte un acta de nacimiento.

El martes a las dos en punto, Lucio, fue con la maestra al ayuntamiento donde la profesora conocía al presidente municipal quien amablemente ordenó, en el registro civil, a una persona que le hicieran el acta a Lucio, esta persona sacó un libro empolvado de un anaquel de madera asegurándose antes que fuera de por ahí de la fecha aproximada del Nacimiento de Lucio, para esto: sacó el libro, le quitó el polvo del lomo y leyó la fecha escrita: año del 1958. Luego, sobre una hoja cancelada, borrando lo anulado, escribieron el acta de nacimiento de Lucio, con todos los datos falsos de sus ancestros, utilizando tinta de la misma con la que ya tenía escrito otras actas el libro. Posteriormente le imprimieron cinco copias en papel que con anterioridad el mismo Lucio fue a pagar a la tesorería, le aconsejaron que cinco porque de esa manera ya no tendría que regresar a sacar otra, de esa manera se evitaría problemas futuros. La maestra, a partir de ese momento fue su tutor y ella misma le guardaba todos sus documentos escolares.

La profesora Juana era una mujer de edad madura que por azares del destino había quedado soltera, a pesar de no ser una mujer fea nunca se le conoció novio ni marido y tampoco tuvo hijos; sin embargo era muy querida por los pobladores porque se distinguía por el cariño y dedicación con que enseñaba a los niños, aún aquellos a los que les costaba trabajo aprender.

Gracias a la profesora Juana, Lucio entró a estudiar a la primaria en donde con la ayuda de la venta de chicles consiguió terminar, incluso con promedio de ocho, sus seis años de primaria.

Conocí a Lucio precisamente cuando estudiaba la primaria, a de haber tenido uno diez años cuando se me acercó; vestía con ropa algo sucia y rota; toda su apariencia era desaliñada y relativamente sucia aunque lo sucio se parecía a la suciedad de las personas de las películas o sea una suciedad sobre lo limpio, ofreciéndome chicles con una sonrisa agradable, tierna y con una expresión en su cara que aún a la persona más suspicaz convencía, era de tez blanca, traía su pelo despeinado pero a pesar de las manchas de suciedad en la cara se veía limpio, le compré varias cajitas y le pagué deliberadamente con un billete de baja denominación, me asombró la facilidad con que hacia las cuentas, mi hijo era de la misma edad y se le dificultaba saber dar o recibir cambios, le pregunté sí iba a la escuela; ya que el encuentro fue durante las horas de clases; me contestó que iba a la primaria de la tarde, luego le pregunté que sí tenía papá, me contesto que no, le pregunté por la mamá; entonces me dijo que ella se quedaba en su casa vendiendo a su hermana mientras él vendía los chicles, me dio mucho coraje, pensando sinceramente que era verdad, sin darme cuenta que ya a esa edad aprenden a decir las mentiras necesarias para lograr hacer de las suyas.

Cuando Lucio terminó la primaria él había conseguido que un diario local le permitiera vender sus periódicos; así que vendiendo el “Diario” y limpiando parabrisas en la esquina ya se mantenía sus estudios de secundaria, la cual terminó en una de las públicas con promedio de nueve, un maestro que lo admiraba le consiguió una beca y con la beca, vendiendo periódicos y limpiando parabrisas se metió a una de las preparatorias públicas de la ciudad.

En la preparatoria conoció a otros jóvenes, diferentes con aquellos de los que vivían en la calle, ellos lo invitaron para afiliarse al partido político más importante en ese momento, a él le pareció interesante la propuesta y junto con los jóvenes a quienes ya incluso les decía amigos se afilió. El haberse allegado al partido le permitió conseguirse una chambita en una de tantas oficinas de gobierno, lo que le facilitó terminar con éxito sus estudios de preparatoria con excelentes calificaciones. Para entonces, Lucio, ya ganaba lo suficiente para rentar un pequeño cuartito y a pesar de que trabajaba en el gobierno él seguía con la venta de periódico.

Una vez que terminó la preparatoria todos los allegados a él lo animaron a seguir sus estudios en la universidad, además el estar en el partido político lo motivó, porque se entusiasmó con la posibilidad de seguir una carrera política, por lo cual sin dudarlo mucho se inscribió a la facultad de leyes.

Combinaba su estudios, con el trabajo, y aun así se daba tiempo para asistir a las asambleas del partido. También se aficionó a la lectura así fue que cuando leyendo a Aristóteles:


El Gobierno es el supremo poder del Estado, y éste debe constar o bien de un solo gobernante, o de unos pocos, o de la masa de los ciudadanos en los casos en que el gobernante, los pocos que gobiernan o los muchos lo hagan con miras puesta en los intereses comunes; estas constituciones deben necesariamente ser justas, mientras aquellas que orienten su administración con la mira puesta en el interés privado de uno, de pocos o de muchos son desviaciones.2


Y luego comparando lo leído con lo que escuchaba en el partido empezó a dudar del instituto. Sin embargo no se arrepintió de seguir estudiando y leyendo, pero desde ese momento se fue interesando más por lo que los que gobiernan hacen y comparando con lo que leía. Siguió, junto con los libros escolares, leyendo a otros como fue Santo Tomás de Aquino que dijo:


Pero para que las leyes humanas sean justas, les son indispensables tres condiciones: que sean dadas en vista del bien común; que no excedan la autoridad del legislador; que repartan las cargas entre los sujetos, proporcionalmente a las fuerzas de cada uno, y a las exigencias del interés general.3


Vio que estas personas reconocidas como sabias decían cosas que no cuadraba con la realidad; mas aún cuando sus compañeros de partido hablaban de democracia; pero a la vez en temporada de elecciones, cuando Lucio se unía a las brigadas, se daba cuenta que lo que realmente se hacia con ellas era comprar los votos, en esos momentos el seguía recordando a Santo Tomás de Aquino:


A un pueblo equilibrado, serio, que se preocupa por el bienestar público, puede convenirle una ley que le permita elegir por sí mismo sus magistrados; pero si ese mismo pueblo se corrompe poco a poco, trafica con los sufragios, alza al poder sujetos degenerados y criminales, será entonces muy legitimo privarle de ese poder del cual abusa, y confiarlo a algunas gentes de bien.4


En el ambiente del poblado donde vivía Lucio, el que alguien del pueblo fuera condescendiente con las personas en las buenas o en las malas eran casos excepcionales siempre se hablaba mal del que triunfaba y peor del que no lo hacía. Haciendo un recuento de lo que había vivido en el poblado hasta ese momento recordó lo que en uno de sus diálogos dijo Platón:


Creo yo pues que cuando uno cualquiera de los ciudadanos experimente algo bueno o algo malo, la ciudad que establecimos hará suya esa circunstancia y toda ella se regocijará o sufrirá con él.5


Este tipo de comparaciones fueron parte de su formación profesional y de su ideología política durante el tiempo que duraron sus estudios sobre todo pensamientos como el de Cicerón:


Recordemos que también debe observarse la justicia para con los últimos de los hombres. Y la última condición y la más baja fortuna es la de los esclavos, a propósito de los cuales no enseñan mal quienes prescriben que hay que servirse de ellos como mercenarios: exigir el trabajo y pagar lo justo.6


Sobre todo que en este lugar donde vive Lucio existen individuos que son tratados peor que como Cicerón proponía para los esclavos.

Lucio, terminó su licenciatura titulándose inmediatamente y a través de sus enlaces en el partido logró un mejor trabajo que le permitió dedicarse más a la política, dejando por fin la venta de periódicos.

A estas alturas ya había leído a la mayoría de los pensadores importantes que habían existido en el mundo dándose cuenta que en la política se seguía aplicando a pie juntillas los pensamientos de Nicolás Maquiavelo:


Un príncipe no tiene, pues, más que vencer, y mantener su Estado; los medios de los cuales se servirá se encontrarán siempre honestos y loables, pues el vulgar se queda siempre en la apariencias y no juzga más que por el éxito; el mundo es todo vulgo, y el pequeño número no muestra más que cuando la multitud no sabe sobre quién apoyarse7.


Por estos tiempos falleció la profesora Juana, él asistió a sus funerales donde como era costumbre, aquí en el pueblo, la acompañaron profesores y alumnos de la escuela primaria, sin embargo él mismo escuchaba en el velorio como las personas cuchicheaban chismes relacionados con ella. Para él fue un golpe duro debido al cariño que le había adquirido; sin embargo una vez que fue enterrada él dejo de frecuentar la casa de la profesora Juana. Fue para recoger tan solo los documentos de su propiedad, que la profesora le tenía guardados, y nunca mas regresó a visitar a los familiares ya que ellos eran los que más rumoraban con respecto a ella, incluso un romance con Lucio, que obviamente nunca existió.

Pasando el tiempo, Lucio, empezó a dedicarse a defender en los jugados a personas que estaban endeudadas y que debido a los intereses no podían pagar, el trabajo le creció considerablemente cuando por un error presidencial todos aquellos que tenían préstamos contratados con los bancos se encontraron con esta situación, Lucio en todos sus casos siempre sacaba a relucir lo que uno de los iniciadores del capitalismo “Juan Calvino” decía:

Que no se exija el interés a las personas necesitadas, pues no es justo obligar a pagar intereses a un hombre en miseria; y quien recibe un préstamo a interés debería a lo menos producir tanto para sí mismo por su trabajo, cuanto da a quien le presta.8


Resolvió muchos casos a favor de los deudores, sin embargo siempre se enfrentó a lo corrupto de los jueces y agentes de los ministerios públicos.

Como por acto de magia, Lucio, desapareció del poblado, que ya para estas alturas era considerada ciudad, nadie supo que sucedió con él, algunos de sus amigos decían, que él algunas veces había comentado que sería bueno irse a otro país, organizarse y regresar, para derrocar a los que gobiernan, que decía: –que todos los partidos políticos son lo mismo; que todos funcionan como uno solo; junto, con todos los institutos que los regulan; y que todo esto se hace sólo para proteger interese ajenos a los mexicanos–. No se volvió a saber de él sin embargo muchos de aquí, que platicaban y convivían con él, piensan que pronto podría regresar: hacer realidad aquello que en algún lugar platicó.

Edgar Pavía Miller / junio del 2006

1 Así le dicen aquí en Chilpancingo a los tramposos y ladrones.

2 (Pol., III, 5.) Obtenido de “introducción a la filosofía del hombre y de la sociedad”; Fernando Torre L y Miguel Ángel Zarco N.;Editorial Esfinge, S. A.;México

3 Misma obra ref.1.

4 Misma obra ref.1.

5 (república, V, 10.) Obtenido de “introducción a la filosofía del hombre y de la sociedad”; Fernando Torre L y Miguel Ángel Zarco N.;Editorial Esfinge, S. A.;México.

6 Misma obra ref.1.

7 Misma obra ref.1.

8 Misma obra ref.1.

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