De repente abrí los ojos, me di cuenta que estaba acostado en mi cama sin recordar como llegué ahí, enfrente se miraba la puerta del cuarto que da a la terraza; las persianas, cerradas, dejaban pasar líneas horizontales de luz provenientes del alumbrado público, un silencio sepulcral, indicaba que estábamos entre las 2 y tres de la mañana. Volteé a ver a mi derecha para ver sí por la ventana lograba mirar al exterior pero solamente volví a ver el mismo patrón horizontal de luz que aquel de la puerta. Mirando al techo, queriendo recordar la noche del día anterior, me quede un momento meditando, con el sueño completamente perdido y por dentro de mí me dije: –debe ser más temprano–, giré a mi izquierda para ver a mi esposa pero no se encontraba en la cama, más confundido, pensé, al tiempo que por dentro me preguntaba: – ¿se acostó conmigo o se quedo dormida en la sala? –, al mismo tiempo me contesté: –no recuerdo–, viré nuevamente a ver el techo en el cual sólo se miraban reflejos débiles de la luz del exterior. Mire hacia mi muñeca izquierda donde tenía puesto el reloj para comprobar la hora, me sorprendí al ver que los puntitos verdes del fósforo indicaban las diez, Ahora preocupado me levanté como impulsado por un motor, y dirigiéndome a la ventana me asomé por ella haciendo a un lado la persiana, mi sorpresa creció al darme cuenta que la única luz que existía era la del alumbrado público: – ¿qué pasa? –, me pregunte: –debería estar el sol alumbrando, ¡ya sé! se paró mi reloj anoche–, inmediatamente lo lleve a mi oído para escuchar su tic-tac, pero no se escuchó en mi oído derecho, lo pongo en el izquierdo, ya que a mi edad no escucho muy bien, sin embargo tampoco llego a oír sonar la máquina, acercando mi muñeca a la ventana para auxiliarme con la luz de la calle y mirar sí el segundero camina ¿o gira?, confirmando que así era, ahora me pregunto: –¿se paró por algunas horas y después volvió a funcionar?–, no sabiendo a ciencia cierta que sucedió mejor opté por salir del cuarto y buscar a mi esposa, después de recorrer toda la casa no la encuentro; peor aún ni a mis hijos, no me preocupo mucho por ellos ya que ambos son mayores: –¿qué pasa?–, prendo el radio: solamente estática... corro a encender la televisión... nada, ¡ya sé!, el teléfono, lo descuelgo...¡no tiene tono!: –¿ahora? –, corro a la habitación para ponerme más ropa y salir a la calle para investigar que sucede, al entrar al cuarto noto en la penumbra que en la cama yace una persona, prendo espantado la luz para ver sí es Elsa, pero quien sea que fuere, la persona, está cubierta hasta la cabeza, me acerco a descubrirla, al hacerlo, me sorprendo al ver que es alguien a quien no conozco pero me es familiar: –¿qué hace en mi cama?–, me cuestiono, intento despertarlo pero no puedo lograrlo al parecer sólo es una imagen en tres dimensiones, en eso despierto y miro que alguien fue quien me despertó, en lo oscuro trato de ver quien, sin embargo no logro identificarlo, solamente veo exactamente lo mismo que al principio la puerta que da a la terraza: se repite toda la rutina ya mencionada, pero ahora no regreso a la recamara sino que salgo a la calle, la cual se encuentra desierta, el clima es templado así que con sólo mi short y mis chanclas camino a ver sí noto o veo algo que aclare lo que sucede, no encontrando nada ni nadie que lo logre: ni autos circulando, ni personas caminando, ninguna muestra de vida, incluso al salir de mi casa no estaban los perros, me preocupo más al darme cuenta que ni los grillos y ranas, muy comunes en esta temporada de lluvias, hacían ruido. El único sonido que escuchaba era el mismo que siempre tengo en mi cabeza, desde niño, ese zumbido que cuando hay silencio aumenta y cuando existe ruido disminuye: – ¿qué sucede? ¡Ya sé...! ¡Estoy dormido! seguro que es un sueño–, sin embargo no despierto y sigo camino de regreso a la casa, subo a mi cuarto, al entrar encuentro la luz prendida, y a la persona que estaba acostada, la misma que estaba la primera vez que vine, sólo que ahora descubierta, también se miraba más vieja que la vez anterior y también ahora me doy cuenta quien es, no hay duda, soy yo veinte años más viejo, salgo corriendo del cuarto y me miro en el espejo del baño, ¡sorpresa! Mi rostro se ve diez años más viejo que la última vez que recuerdo haberme visto, eso significa diez años menor que el que está acostado o sea igual al primero que desperté. – ¿Qué sucede? –...
Así es, envejecemos durmiendo, y solos, y un día, no despertaremos. Para mi éste fue el día... en que quedé solamente muerto.
Edgar Pavía Miller
Mayo del 2006
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